Gel hidroalcohólico, confinamiento, cuarentena, mascarillas quirúrgicas o ffp2 son términos que anteriormente formaban parte casi exclusiva de la jerga sanitaria. Actualmente, a causa de la pandemia, estos conceptos se han socializado hasta el punto de formar parte de nuestro vocabulario cuotidiano.
La pandemia del Covid19 ha provocado importantes repercusiones a nivel de salud, obviamente, pero también a nivel económico, social y psicológico. Lo que inicialmente se trataba sobre todo una crisis sanitaria, en este momento se ha ampliado al ámbito económico y emocional. Una situación que está pasando factura, además de a los profesionales sanitarios, a la población general, con cada vez más casos de altibajos emocionales, ansiedad, tristeza y miedos.
Entre los muchos factores que pueden generar estrés en el ser humano, hay dos que generan especial malestar: vivir el presente y el futuro con incertidumbre y miedo; y la falta de libertad personal. Y en la actual pandemia, hemos vivido los dos por doquier. Inevitablemente la segunda, por la necesidad de aislarnos (otro factor de estrés, la falta de contacto personal con nuestros seres queridos); y como consecuencia psicológica de la situación vivida y la inestabilidad global, la primera.

Una situación de trauma se define como una experiencia que constituye una amenaza a la integridad física o psicológica de la persona, en la que ésta ha respondido con temor, desesperanza u horror intensos (en niños, de forma agitada o desestructurada).
Es importante en el momento en el que estamos que nos demos cuenta de que la pandemia ha constituido para muchas personas una situación traumática. A diferentes niveles, evidentemente. Las peores consecuencias de la crisis del coronavirus las sufren probablemente las personas que han estado en primera línea, como los sanitarios, así como las que han estado hospitalizadas temiendo por su vida; y por supuesto, los que lamentablemente han perdido a un ser querido.
Pero también ha resultado una experiencia traumática para aquellos que han visto tambalear su estabilidad (o han temido por ello) perdiendo su trabajo, en Erte, o en paro sin cobrar durante meses, o con miedo intenso al contagio propio o de sus seres queridos. También los jóvenes observando con incertidumbre su futuro laboral, o todos viéndonos privados de libertad para tener contacto social (que como seres sociales que somos, necesitamos y mucho). Sin contar las experiencias durísimas que como padres hemos podido vivir haciendo malabares para compaginar niños, trabajo, casa y salud mental durante los diferentes confinamientos que hemos vivido.
Estos ya casi dos años de pandemia nos han hecho sentir emociones intensas, que, sumado a la sensación de peligro inminente, crea un estrés extremo que sostenido en el tiempo está pasando factura en forma de fatiga emocional. Las emociones pueden llegar a pesar demasiado, sí.
Quizá nos hayamos creído demasiado la frase en la que nos hemos apoyado desde el principio: “Cuando todo esto pase…”, y ahora tenemos que reconstruir nuestras vidas gestionando el duelo de que la ilusión de volver a nuestra vida pre-pandémica se vaya desvaneciendo día a día, al menos de momento.
Y esto pesa, y mucho. Llevamos en la mochila muchos meses de montaña rusa emocional, y quizá sin con las herramientas más adecuadas ni el apoyo necesario. Además de las posibles pérdidas, personales, laborables o sociales, sentimos que esa “luz al final del túnel” no es como esperábamos.
Las consecuencias psicológicas y emocionales de esta situación pueden ser altibajos emocionales, apatía, exacerbación de miedos anteriores o nuevas fobias, ansiedad o angustia, problemas de sueño, trastornos alimentarios, sentimientos de tristeza, pérdida de la ilusión, cansancio u otros síntomas depresivos. Todas ellas consecuencias habituales del estrés emocional sostenido y que estamos viendo mucho actualmente en las consultas de psicología.
Te invito a poner en práctica algunos consejos en tu día a día, no para que actúen como varita mágica (spoiler: los psicólogos no tenemos);si no para que, juntos, te ayuden a gestionar mejor tus emociones, tus pensamientos, aumentar tu autocuidado, y, en definitiva, tu bienestar.
Recuerda:
- La fatiga pandémica no te define, ni te pasa nada extraño. Todo ello es la consecuencia normal de llevar tanto tiempo en la situación de estrés que vivimos.
- Permítete sentir lo que sientas, todas las emociones son válidas y merecen ser escuchadas. Pregúntate a ti mismo/a: ¿Cómo estoy? ¿Qué necesito? Date espacios de escucha propia para desconectar el piloto automático y validarte.
- Reduce la autoexigencia. No avanzamos igual llevando una mochila ligera que con 20kg en la espalda. Este año no es como los demás. A veces necesitamos parar y revisar qué quiero seguir cargando y qué necesito (y puedo) soltar.
- Da importancia al autocuidado: ¿Qué puedes hacer hoy para cubrir tus necesidades? Busca una pequeña acción que responda a ellas y dale espacio en tu rutina diaria.
- Aplícate autocompasión. Sé comprensivo/a y compasivo/a contigo como lo serías con los demás. Pregúntate: ¿Qué le diría a alguien que quiero si estuviera en mi situación?
- Sé asertivo/a. Habla con tus seres queridos de como te sientes, de lo que necesitas, de tus límites. Cuando expresas, te das importancia y aumentas tu autoestima y bienestar.
- Quédate en el presente. Practica la atención plena al aquí y ahora. Si te aparece el pensamiento: “¿Y si…?”, cámbialo por “Lo que sí…” (lo que sí que está ahora mismo).
- Céntrate en lo que depende de ti. Si pones tu bienestar en manos de los demás o de algo en lo que no tienes control, inevitablemente surge la ansiedad. Crea espacios de calidad para ti HOY, aunque no sean los ideales ni los que tenías antes.
- Aceptación. No compares tu situación actual con lo que debería ser o lo que te gustaría que fuese. Nada crea más frustración que sentir que lo que vivo es inadecuado. Lo que pasa, sea lo que sea, es lo que ES. Ponernos de espalda a ello nos conducirá seguro a más sufrimiento.
- Los básicos merecen importancia: revisa hábitos de sueño, rutinas de alimentación, necesidad de descanso y practica ejercicio (al aire libre siempre que sea posible).
Por último, e imprescindible: si lo necesitas, pide ayuda. Si sientes dificultad a la hora de gestionar tus emociones, o éstas te abruman hasta sentir malestar sostenido en el tiempo, no lo dejes pasar. Los psicólogos somos profesionales entrenados para acompañarte en estos momentos de dolor y ayudarte a sentirte mejor con herramientas específicas para ello. Hazlo por ti, y por tus seres queridos. Te lo mereces, ahora más que nunca.
Mireia Masip
nº col. 18766
Deixa un comentari