En los últimos días hemos leído y oído en los medios la noticia de que los jóvenes consumen más porno, y entiendo que esa noticia no es nueva. Sí lo es, en cambio, que cada vez lo hacen a edades más tempranas y con más frecuencia (la edad media hasta la fecha era aproximadamente los 14 años para los chicos y 16 años para las chicas); pero, atención papás: ¡¡Hoy ya se inician a la corta edad de 8 años!!
A un solo clic aparecen miles de vídeos gratuitos en internet que ofrecen secuencias explícitas de sexo donde los pre-adolescentes y adolescentes crean un modelo normalizado de la relación sexual antes incluso que el de su propia sexualidad, de manera que el riesgo es que cuando lo trasladen a su vida en pareja empezarán los problemas.
Acceder al porno a tan temprana edad está distorsionando la visión del sexo, es decir, su forma de entender la seducción, la intimidad, las relaciones.
Todos ellos, deseosos de saber y aprender, identifican estos contenidos pornográficos no como un divertimento erótico sino como una fuente de conocimiento; y adoptar ese registro como válido tiene graves consecuencias en el desarrollo de sus relaciones posteriores, ya que no saben discernir que el material que se muestra no corresponde a la realidad.
Hablamos de pequeños de 8 años (Tercero de primaria) que, por casualidad, ven contenidos violentos, duros, agresivos, en los que frecuentemente la mujer es sometida por un hombre (o varios) que sólo busca/n su placer, mostrándose con un apetito sexual voraz e incontrolable, junto a una mujer sumisa que aparenta disfrutar con los golpes, los insultos y el uso de su cuerpo sin contemplaciones; es decir, de una manera muy accesible visualizan un modelo de relación machista, dominante e incluso violento que consagra una erótica deshumanizada, totalmente ficticia, en vez de poderse ver como un divertimento erótico.
Lo preocupante es que la pornografía está convirtiéndose en la educación sexual del siglo XXI.
La clave para abordar este problema de modelo relacional sexual es la formación sexual y afectiva.
La educación sexual es una herramienta para empoderar a los niños y niñas. Una formación siempre adaptada a cada edad sirve no solo para prevenir que sean víctimas de abusos sexuales, sino también para que cuando crezcan establezcan relaciones positivas, sanas e igualitarias.
No podemos reducir “sexual” a coital, por ello, es tan importante, en el momento de educar sexualmente, dar un contexto para evitar malos entendidos. En líneas generales es la educación de los sexos, de aprender a entendernos, encontrarnos y relacionarnos de la mejor manera posible.
Cuando les hablemos a niños de 8-10 años hay que hacerles entender que la pornografía es como las “pelis de ciencia-ficción” donde igual que identifican a Spiderman o Star Wars como películas no reales, donde hay actores y efectos especiales…en el Porno pasa igual.
Centrándome en las relaciones intrafamiliares es urgente que se entienda que hemos de educar desde la familia en un estilo de comunicación vinculando sexo y afecto, es decir, donde valores como el respeto y la igualdad sean fundamentales y todo ello sin obviar el poner límites a los menores ante las nuevas tecnologías (smartphones,
tabletas u ordenadores)
En cualquier caso, debería quedarnos claro que los menores van a tener educación sexual. Depende de nosotros que sea buena
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